Realmente
ha sido un vía crucis la búsqueda de zapatillas deportivas para correr veganas.
Principalmente
porque el 99% de las buenas zapatillas están hechas de cuero, no digo que el
cuero sea indispensable para una buena zapatilla, pero al parecer en la psique
de la gente está, en cuanto a calzado, que el cuero es fundamental para la
calidad.
A
lo que te enfrentas como vegano primeramente es a la creencia ciega del
vendedor de calzado en la tienda de que buscas cuero por sobre todas las cosas,
que si un calzado tiene cuero lo amarás y pagarás por él lo que te cobren.
Cual
sería la sorpresa, el pasmo de un vendedor o vendedora cuando le dices que “no”
quieres cuero, que quieres que la zapatilla sea totalmente sintética, que no tenga
nada de origen animal.
Difícil
saber lo que pasa por su mente.
Es
como chocar con una barrera de concreto, porque primeramente todo va bien, llegas,
él está ahí para atenderte, como piezas de un rompecabezas todo calza, ansías
comprar porque lo necesitas, él ansía vender porque es su trabajo…
Finalmente
lo que hay dentro de mí es cansancio, un agotamiento de estrellarme contra
paredes de concreto una y otra y otra vez.
Un
cuento de nunca acabar.
Por
una parte quisiera haber nacido en el futuro, cuando el veganismo sea lo normal
en la sociedad, pero por otra soy afortunada de haber nacido ahora para ayudar
a construirlo.
Esa
gente valiente que va por ahí llevando en su corazón ese amor y esa moral
altruista hacia los despreciados y marginados de la sociedad, que no son los
pobres ni los niños de Africa, sino los animales, de quien muy pocos se
preocupan de su bienestar y sufrimientos.
Por
ellos todo vale la pena, todas las veces que tenga que estrellarme, para que
ellos dejen algún día de morir banalmente para el ser humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario