Colapso total, en todos los
aspectos. Ya no veo el bosque ni el árbol, solo veo un túnel y su final. Solo quiero
despertar al otro lado del túnel y que ese despertar sea un dormir para
siempre. Despertar a la nada, despertar al desaparecer de mi esencia, disuelta
en el universo, unida a una estrella y al polvo cósmico.
La vida tiene tantos giros, se
está en la cúspide y al día siguiente en el suelo, los sueños se transforman,
los deseos enmudecen, petrificados ante el horror.
Lo que era ya no es, lo que no
era es.
Y como siempre nada llena mi ser,
nada colma mi esencia. El amor siempre es una tentación, es una droga barata y
fácil de conseguir, el misticismo banal que envuelve es alimento precario para
el alma hambrienta. Aun así huye de mí, no fui hecha para disfrutar sus
temporales delicias, a mi me esperaban otras deidades que extienden su mano a
mi alma solitaria.
Dejo una novela de amor
inconclusa en mi ipad, cuantas tardes mediando sobre el final, de ser
autobiográfica no existiría.
Ojalá estuvieran de moda hoy los
ermitaños, me iría lejos a vivir en la soledad de alguna montaña, dedicaría mis
horas a meditar en algún dios o diosa, aliviaría quizás la desesperación. Lo sé
porque las veces que he ido a los cerros a hacer hiking siento el alivio, y
luego bajo llorando, desciendo obligada por la hora, empujada por el sistema
que me absorbe de vuelta, ”¡no te vayas Ana María, no está permitido! Sigue soñando
con hombres solitarios, eremitas, fríos nocturnos, soledad. Nunca lo lograrás
porque estás obligada a chocar con la gente, a tu pesar, a los tumultos, al
juego inerte del comprar y vender, a las banales y vacías gratificaciones, a la
falsa saciedad del alimento sintético y contaminado. No verás los ríos, no te
unirás a las nubes, no serás una con la tierra, no embarrarás tus manos en el
lodo de la madre, embarrarse está prohibido.”
Lloro mientras desciendo, la
soledad me envuelve, mística, y ella es adictiva y reconfortante, ella es
sublime, en medio de la naturaleza. Siento mis anhelos intrínsecos, cuyo nido
es la amígdala, fluir como agua de vertiente y como pájaros nuevos aletear
intentando el vuelo, y cuando lo logran ¡oh magia de la vida y del destino! Tanta
felicidad no cabe en el pecho, es necesario llorar, es necesario que fluyan las
lágrimas y se nublen los ojos porque la visión del cielo y de la cordillera
hace morir lo vano y quebranta el espíritu hasta la médula de su esencia.
Mis anhelos intrínsecos, mis más
caros deseos, antiguos como el hombre mismo, hijos de las cavernas, de los
riachuelos, de los frutos colgando de los árboles, del cuerpo desnudo, de la
planta del pie besando la tierra, estrechándose en un abrazo sempiterno,
hundiéndose en el barro, acariciando la fresca y suave hierba.
Todo lo que me das madre es tan
pleno, no necesito más. Sin embargo debo dejar todo eso, debo regresar al frío
y al falso mundanal y a sus gentes, inmersas en sus micromundos .
Pero un día muy cercano, que ya
no lejano lo veo, porque lo necesito con furia intensa, ese día voy a ascender
para siempre. No voy a bajar nunca. Ya no voy a llorar, solo me recostaré, me
dejaré caer en la hierba como el rocío, suavemente. No necesito a nadie más ni
deseo. Solo quiero ser tú, madre, ser tu esencia, volverme tú definitivamente,
abrazarte para siempre, hundirme en ti, descansar como en el vientre, plena,
dulce, sosegadamente, al ritmo de los latidos de tu corazón, con la música de
los astros y los cuerpos celestes. Que todo se acabe pronto.
Que seamos una tu y yo.
(Madre = madre naturaleza)