Capitulo 1 La princesa
La
princesa Judith se sentó en su balcón, con el telescopio –como todas las
noches- comenzó a observar el firmamento. Oía las historias de sus padres
fascinada cuando era niña y escuchaba las narraciones de los viajes y de esa
gente más pequeña que vivía en un planeta semejante a Nibiru llamado Tierra.
Un
planeta colonizado para extraer oro y salvar a Nibiru de la destrucción por el
deterioro de su atmósfera. Sus abuelos recorrían el espacio comandando la nave,
en búsqueda del planeta adecuado. Cada doce millones de años la ruta de Nibiru
cruzaba con la Tierra
y fue en uno de esos ciclos cuando detectaron al planeta azul.
Descendieron
y encontraron extrañas criaturas. El abuelo de Judith con los conocimientos
genéticos que poseía modificó un espécimen bípedo, transformándolo en el primer
esclavo para los dioses: Adamo.
Esta
y muchas otras historias escuchaba con la fascinación infantil, imaginando ese
mundo tan parecido al de ella, con cielo y mar, con ríos y animales. Oía la
historia de cómo sus antepasados fueron salvados de la hambruna post diluviana
con las vacas que llevó su padre y de cuya leche se alimentaron hasta el
repoblamiento de la tierra, es por eso que aun hoy ellas son sagradas para los
descendientes de los dioses.
El
nuevo ciclo de acercamiento a la tierra estaba próximo, y su padre Enlil había
cedido a los ruegos de Judith, quien quería marchar al punto azul, como
cariñosamente llamaban a la colonia terrestre.
El
corazón de Judith saltaba de emoción al visualizar en medio de la galaxia a
aquel punto azul minúsculo y tan pequeño comparado con su propio hogar.
Eh aquí que viene
Marduk el grande
El señor de cielos y tierras
Surcando el aire
En su celestial carroza
Con alas de fuego
El señor remonta
Y la tierra tiembla
Y se arrodillan ante el
Cielos y montañas.
Los
dioses enseñaron la escritura a sus hijos los hombres y ellos escribieron
poesías e himnos para ensalzar a sus padres divinos.
La princesa poseía una basta
biblioteca, los escritos de sus antepasados y también escritos traídos de la
tierra. Estos escritos estaban realizados en dispositivos semejantes a las
tablillas antiguas, pero eran electrónicos y poseían una tecnología que funcionaba
con la energía estelar -energía obtenida de los cielos- del sol y otras
estrellas que rodeaban al planeta, mediante satélites que redireccionaban los
rayos hacia las pirámides receptoras que redistribuían la energía a través de
los obeliscos.
La princesa comenzó a escribir su
propio poema:
Los
ojos de la princesa
brillan
con la luz de las estrellas
Nibiru
danza con el sol
las
lunas abrazan las constelaciones
porque
la amada de su padre
la
preferida de su madre
sube
a la barca celestial
y
emprende
rumbo
hacia el océano infinito
donde
se cruzan los ojos
de
Enki y Enlil
bajo
la sombra de Annu.
Se
oye el arrullo de la tórtola
la
música comienza dulcemente
a
deleitar los oídos de los dioses.
Pequeña
bailarina de los cielos:
¡ven
a surcar nuestro firmamento!
clama
la tierra desde su lecho
desde
sus praderas sólidas
desde
su océano infinito
desde
su cielo maravilloso:
¡ven
princesa!
El
día maravilloso llegó al fin y Judith ya tenía desde hace días su equipaje
preparado. Los sirvientes llevaron sus pertenencias mientras abrazaba a su
madre Belit.
El
viaje duró algunos días, hubo que surcar las estrellas para esperar la
alineación planetaria que abriera el camino celestial para el ingreso a la
atmósfera terrestre. La fascinación de Judith por la
Vía Láctea iba en aumento a medida que
admiraba más de cerca sus estrellas.
En
segundos Acuario y Capricornio se alinearon de forma misteriosa en los cielos y
fue abierta la puerta celestial, la nave cruzó en calma, con la suavidad de una
gota de rocío que cae de la hoja a la tierra, así llegó la nave al espacio
puerto de su padre en la ciudad de Eridu y finalmente la princesa se encontraba
en su amada Tierra.
Judith
desembarcó dichosa y fue recibida por una fresca brisa que bañó su semblante,
el perfume de las flores a lo lejos fue percibido por la princesa y sintió la
bienvenida de la Tierra.
Capítulo 2 Viviendo en la Tierra
La princesa llevaba algunos años
viviendo en la tierra, tenía un palacio hermoso, con muchos árboles, gustaba de
los damascos frondosos, que entregaban sus frutos deliciosos, grandes y dulces.
Vivió por muchos años en aquel
palacio, con sus padres, hasta que un designio de Enlil –dios enemigo de su
padre- decretó que debían abandonar el palacio y marcharse. Judith amaba ese palacio, los bellos
recuerdos moraban entre aquellos jardines… Mudarse a otro palacio no fue lo
mismo para ella, se sintió muy triste.
Conoció a un príncipe de linaje real
con quien se casó y tuvo hijas, unas hijas maravillosas y hermosas que llenaron
sus días de alegría y amor. Sus días fueron felices junto a su amado, hasta que
la desgracia comenzó a cernirse en su vida.
El príncipe sufrió una enfermedad
extraña y ya no era el mismo; Judith debía proteger a sus hijas y nieta de su
propio esposo. El dolor comenzó a ser amigo y compañero de su vida, pero ella
supo sacrificarlo todo por su descendencia.
¡Oh
amor que reinas
en
nuestros corazones
aun
frente a las tormentas
resistes!
Aunque
nos aplasta el destino
con
dolorosas espinas el alma
aunque
las risas y los sueños
tejieron
lágrimas y angustia
el
final es siempre azul
azul
como la tierra madre
azul
como el cielo de los dioses
como
el ojo que todo lo ve
como
el suspiro eterno de Annu.
Judith había vivido largo tiempo con
sus padres y hermana, pero decidió mandar a construir su propio palacio. Allí
fue nuevamente feliz, al contemplar el palacio donde ella finalmente podría
reinar, su lugar magnífico, su morada junto a su descendencia.
Pero el destino decidió arrojar más
espinas que rosas en el camino de la princesa, y su vida se transformó en un
martirio por la enfermedad de su esposo.
Judith en su propia barca celestial
gustaba de surcar los cielos nocturnos, enseñó a sus hijas las historias de su
tierra natal, la hermosa Nibiru, que en poco tiempo volvería a pasar cerca de
la órbita de la tierra y se abriría el portal celestial.
Judith
escribió a sus padres; volvería a Nibiru, pero con sus hijas. Amaba la tierra,
pero el dolor y al angustia de su actual vida la empujaban a un cambio.
El día tan esperado por todos llegó;
Judith y sus hijas subieron a la barca celestial entre el cántico de la
multitud que las despedía en el espacio puerto de su padre. Esta era la segunda
despedida con su madre; anteriormente cuando era una joven impetuosa y
enamorada de la Tierra
y sus leyendas de hombres, dioses y guerras épicas. Su madre la había seguido,
no podía dejar a su hija sola por tanto tiempo. El tiempo de vida de los dioses
no se compara con la vida de los animales humanos, quienes tienen una vida muy
corta.
Judith dice adiós a la tierra -con
sus hijas emocionadas- emprende el viaje hacia su tierra natal. El hermoso
punto azul queda atrás y tantos años de aventuras sepultados tras las
constelaciones. Atraviesa el Cinturón de Orión, rumbo a su hogar.
He
aquí que la princesa
resplandece
sobre el cielo
mientras
la tierra tiembla
el
ojo del señor se eleva
por
sobre el firmamento
que
sostiene en sus manos
el
terrible Enlil.
Los
diamantes de las nubes
se
ciernen sobre Nibiru
la
corona resplandece
es
la princesa y sus hijas
que
retornan a la vida eterna.
Sobre
el mar de plata
danzan
cisnes de fuego
¡la
princesa regresa
a
su morada sempiterna
resplandeciendo
sobre el cielo
mientras
la tierra tiembla!
FIN
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