lunes, 17 de junio de 2013

Palabras geniales sin traducción


TOSKA:
Ruso – Vladmir Nabokov lo describe mejor que nadie: “Ninguna palabra del inglés traduce todas las facetas de toska. En su sentido más profundo y doloroso, es una sensación de gran angustia espiritual, a menudo sin una causa específica. En el aspecto menos mórbido es un dolor sordo del alma, un anhelo sin nada que nada haya que anhelar, una añoranza enferma, una vaga inquietud, agonía mental, ansias. En algunos casos podría ser el deseo por algo o por alguien en particular, la nostalgia, una pena de amor. En su nivel más bajo, se reduce al hastío, al aburrimiento.”

LITOST:
Checo – Milan Kundera, autor de La insoportable levedad del ser: “He buscado vanamente en otras lenguas el equivalente de esta palabra, porque me parece difícil imaginar como alguien puede comprender el alma humana sin ella”. La definición más cercana es un estado de agonía y tormento creado por la visión repentina de la propia miseria.


Tomado de blogsperu.com

sábado, 8 de junio de 2013

Soledad

¡oh soledad bendita!
eres el bálsamo amargo
que inunda mi alma
en tu silencio mi ser
se recoge y contempla
extasiado la dulzura de tu secreto...
mezclas el dolor y la dicha
y en la copa de la angustia
das a beber a tu prisionera
el dulce anestésico del alma
y en un clímax ermitaño
confundes al alma que posees
embriagada
alienada
colmada de ti...
el tacto se vuelve otoño
vuelan las caricias como hojas al viento
inexistentes
y los besos cual pétalos de rosas
caen de los labios abotonadamente rojos
de mi boca sin ser entregados...
caen a la tierra
se vuelven escencia intrínseca
y por el aire y el agua retornan a mi
a través tuyo...
oh soledad bendita
extraño estado del alma y cuerpo
quien te rehuye la felicidad anhela
quien te busca es presa de la locura
y quien en ti se extasía ha salido de este mundo
tu secreto anhelas rebelarme
y mis fuerzas para resistirte he perdido
heme aquí cual prisionera débil
me haz quitado el amor mi alimento
y la fatiga de mi ser me hace escucharte
y sin querer en ti extasiarme
y en la locura hasta desearte...
me infringes heridas deliciosas
que con tu bálsamo vas suavemente delineando
y me muestras a mis introvivientes
estoy presa de ti y sin cadenas
mientras contemplo a la princesa oscura
desesperada en sus cadenas...
un ave que construye un nido
una loba alfa sin una manada
nada en ti tiene sentido... y sin embargo
cómo adoro tu bálsamo dulce en mi herida
y esta copa de la angustia donde bebo
la dicha y amargura por ti mezcladas
¡cómo la deseo! dulce analgésico del alma...
¡oh soledad bendita!... ¡oh soledad y calma!

lunes, 3 de junio de 2013

Judith, la historia de la princesa nibiruana



Capitulo 1 La princesa

La princesa Judith se sentó en su balcón, con el telescopio –como todas las noches- comenzó a observar el firmamento. Oía las historias de sus padres fascinada cuando era niña y escuchaba las narraciones de los viajes y de esa gente más pequeña que vivía en un planeta semejante a Nibiru llamado Tierra.
Un planeta colonizado para extraer oro y salvar a Nibiru de la destrucción por el deterioro de su atmósfera. Sus abuelos recorrían el espacio comandando la nave, en búsqueda del planeta adecuado. Cada doce millones de años la ruta de Nibiru cruzaba con la Tierra y fue en uno de esos ciclos cuando detectaron al planeta azul.
Descendieron y encontraron extrañas criaturas. El abuelo de Judith con los conocimientos genéticos que poseía modificó un espécimen bípedo, transformándolo en el primer esclavo para los dioses: Adamo.

Esta y muchas otras historias escuchaba con la fascinación infantil, imaginando ese mundo tan parecido al de ella, con cielo y mar, con ríos y animales. Oía la historia de cómo sus antepasados fueron salvados de la hambruna post diluviana con las vacas que llevó su padre y de cuya leche se alimentaron hasta el repoblamiento de la tierra, es por eso que aun hoy ellas son sagradas para los descendientes de los dioses.

El nuevo ciclo de acercamiento a la tierra estaba próximo, y su padre Enlil había cedido a los ruegos de Judith, quien quería marchar al punto azul, como cariñosamente llamaban a la colonia terrestre.
El corazón de Judith saltaba de emoción al visualizar en medio de la galaxia a aquel punto azul minúsculo y tan pequeño comparado con su propio hogar.

Eh aquí que viene
Marduk el grande
El señor de cielos y tierras
Surcando el aire
En su celestial carroza
Con alas de fuego
El señor remonta
Y la tierra tiembla
Y se arrodillan ante el
Cielos y montañas.
           
Los dioses enseñaron la escritura a sus hijos los hombres y ellos escribieron poesías e himnos para ensalzar a sus padres divinos.

            La princesa poseía una basta biblioteca, los escritos de sus antepasados y también escritos traídos de la tierra. Estos escritos estaban realizados en dispositivos semejantes a las tablillas antiguas, pero eran electrónicos y poseían una tecnología que funcionaba con la energía estelar -energía obtenida de los cielos- del sol y otras estrellas que rodeaban al planeta, mediante satélites que redireccionaban los rayos hacia las pirámides receptoras que redistribuían la energía a través de los obeliscos.

            La princesa comenzó a escribir su propio poema:

            Los ojos de la princesa
            brillan con la luz de las estrellas
            Nibiru danza con el sol
            las lunas abrazan las constelaciones
            porque la amada de su padre
            la preferida de su madre
            sube a la barca celestial
            y emprende
            rumbo hacia el océano infinito
            donde se cruzan los ojos
            de Enki y Enlil
            bajo la sombra de Annu.
            Se oye el arrullo de la tórtola
            la música comienza dulcemente
            a deleitar los oídos de los dioses.
            Pequeña bailarina de los cielos:
            ¡ven a surcar nuestro firmamento!
            clama la tierra desde su lecho
            desde sus praderas sólidas
            desde su océano infinito
            desde su cielo maravilloso:
            ¡ven princesa!

El día maravilloso llegó al fin y Judith ya tenía desde hace días su equipaje preparado. Los sirvientes llevaron sus pertenencias mientras abrazaba a su madre Belit.

El viaje duró algunos días, hubo que surcar las estrellas para esperar la alineación planetaria que abriera el camino celestial para el ingreso a la atmósfera terrestre. La fascinación de Judith por la Vía Láctea iba en aumento a medida que admiraba más de cerca sus estrellas.

En segundos Acuario y Capricornio se alinearon de forma misteriosa en los cielos y fue abierta la puerta celestial, la nave cruzó en calma, con la suavidad de una gota de rocío que cae de la hoja a la tierra, así llegó la nave al espacio puerto de su padre en la ciudad de Eridu y finalmente la princesa se encontraba en su amada Tierra.

Judith desembarcó dichosa y fue recibida por una fresca brisa que bañó su semblante, el perfume de las flores a lo lejos fue percibido por la princesa y sintió la bienvenida de la Tierra.


Capítulo 2 Viviendo en la Tierra

            La princesa llevaba algunos años viviendo en la tierra, tenía un palacio hermoso, con muchos árboles, gustaba de los damascos frondosos, que entregaban sus frutos deliciosos, grandes y dulces.

            Vivió por muchos años en aquel palacio, con sus padres, hasta que un designio de Enlil –dios enemigo de su padre- decretó que debían abandonar el palacio y marcharse.  Judith amaba ese palacio, los bellos recuerdos moraban entre aquellos jardines… Mudarse a otro palacio no fue lo mismo para ella, se sintió muy triste.

            Conoció a un príncipe de linaje real con quien se casó y tuvo hijas, unas hijas maravillosas y hermosas que llenaron sus días de alegría y amor. Sus días fueron felices junto a su amado, hasta que la desgracia comenzó a cernirse en su vida.

            El príncipe sufrió una enfermedad extraña y ya no era el mismo; Judith debía proteger a sus hijas y nieta de su propio esposo. El dolor comenzó a ser amigo y compañero de su vida, pero ella supo sacrificarlo todo por su descendencia.

            ¡Oh amor que reinas
            en nuestros corazones
            aun frente a las tormentas
            resistes!
            Aunque nos aplasta el destino
            con dolorosas espinas el alma
            aunque las risas y los sueños
            tejieron lágrimas y angustia
            el final es siempre azul
            azul como la tierra madre
            azul como el cielo de los dioses
            como el ojo que todo lo ve
            como el suspiro eterno de Annu.

            Judith había vivido largo tiempo con sus padres y hermana, pero decidió mandar a construir su propio palacio. Allí fue nuevamente feliz, al contemplar el palacio donde ella finalmente podría reinar, su lugar magnífico, su morada junto a su descendencia.
            Pero el destino decidió arrojar más espinas que rosas en el camino de la princesa, y su vida se transformó en un martirio por la enfermedad de su esposo.

            Judith en su propia barca celestial gustaba de surcar los cielos nocturnos, enseñó a sus hijas las historias de su tierra natal, la hermosa Nibiru, que en poco tiempo volvería a pasar cerca de la órbita de la tierra y se abriría el portal celestial.

Judith escribió a sus padres; volvería a Nibiru, pero con sus hijas. Amaba la tierra, pero el dolor y al angustia de su actual vida la empujaban a un cambio.
            El día tan esperado por todos llegó; Judith y sus hijas subieron a la barca celestial entre el cántico de la multitud que las despedía en el espacio puerto de su padre. Esta era la segunda despedida con su madre; anteriormente cuando era una joven impetuosa y enamorada de la Tierra y sus leyendas de hombres, dioses y guerras épicas. Su madre la había seguido, no podía dejar a su hija sola por tanto tiempo. El tiempo de vida de los dioses no se compara con la vida de los animales humanos, quienes tienen una vida muy corta.
           
            Judith dice adiós a la tierra -con sus hijas emocionadas- emprende el viaje hacia su tierra natal. El hermoso punto azul queda atrás y tantos años de aventuras sepultados tras las constelaciones. Atraviesa el Cinturón de Orión, rumbo a su hogar.

            He aquí que la princesa
            resplandece sobre el cielo
            mientras la tierra tiembla
            el ojo del señor se eleva
            por sobre el firmamento
            que sostiene en sus manos
            el terrible Enlil.
            Los diamantes de las nubes
            se ciernen sobre Nibiru
            la corona resplandece
            es la princesa y sus hijas
            que retornan a la vida eterna.
            Sobre el mar de plata
            danzan cisnes de fuego
            ¡la princesa regresa
            a su morada sempiterna
            resplandeciendo sobre el cielo
            mientras la tierra tiembla!


FIN